El mundo del conocimiento turístico está aprovechando la paralización del sector, totalmente parado o al ralentí en el último año, para pensar nuevas respuestas al reto de mantener a flote un negocio estratégico en regiones como la Costa Daurada, adaptándolo a la pandemia sin renunciar a seguir recibiendo millones de visitantes, ocupando 50.000 plazas hoteleras.
El reto es mayúsculo, pero la ciencia ya piensa y busca soluciones. Uno de los terrenos que se están explorando es la nueva gestión del turismo de masas, a priori reñido con el coronavirus. La digitalización, que hace años ya se ha puesto en marcha, aparece como uno de los campos a desarrollar. Ya en el primer verano de Covid-19, localidades turísticas como Salou o Tarragona utilizaron la tecnología para controlar los flujos de visitantes en sus playas para evitar y prevenir las aglomeraciones.
Es ésta una aplicación a desarrollar, aplicable a otros entornos donde confluyan muchos visitantes, como por ejemplo los monumentos más populares o algunos enclaves naturales tradicionalmente masificados. La digitalización abre un sinfín de posibilidades.
Desestacionalizar, por fin
Una de las eternas asignaturas pendientes de la Costa Daurada es la fortísima estacionalización. "Hay que conseguir distribuir mejor en el tiempo el volumen de turistas, que seguirá siendo muy grande porque no desaparecerá el interés de visitarnos", destaca Juan Antonio Duro, director de la cátedra de Economía Local y Regional de la URV. La desestacionalización ofrece la posibilidad de repartir las visitas en otros meses y épocas del año con mucha menos presión y, por lo tanto, menos riesgo de masificación.
Para lograr pasar de la teoría a la práctica, los expertos abogan por diversificar las experiencias turísticas, como ya se ha hecho con el turismo deportivo, creando nuevos productos. El camino por recorrer es amplio, vinculando además estas experiencias fuera del fuerte de la temporada turística a los atributos propios del territorio. La segmentación, de la mano del turismo motivacional, es otra de las oportunidades, aprovechando además que será un visitante más dispuesto a viajar para ver satisfechas sus pasiones, sea el turismo de escalada, el ornitológico o el gusto por los grandes vinos.
La climatología, muy benigna en el litoral de Tarragona y también en el interior, abre un sinfín de posibilidades. La crisis climática, con la subida de las temperaturas, favorecerá la llegada de turistas antes y después de los meses tradicionalmente más calurosos.
Otro concepto aparece de la mano de la desestacionalización, la diversificación territorial de los grandes flujos turísticos. "La descentralización de la demanda será una de las claves", añade Duro. Si concentrar a muchas personas en un territorio relativamente pequeño será ahora más complicado, poder repartir los visitantes en más destinaciones es otra de las soluciones a explorar. El negocio turístico tendría, además, un impacto más repartido. "La playa se puede combinar con el turismo de interior y el turismo rural; su capacidad de carga, aunque es mucho más limitada, se puede aprovechar para descentralizar y reducir la presión del litoral. Es una gran oportunidad para el territorio, para poder hacer los deberes pendientes", ejemplifica Duro.
No supone empezar ahora desde cero porque en los últimos años, ya se había debatido y trabajado "la necesidad de renovar la dinámica turística", destaca Jordi Calabuig, jefe del Laboratori d'Innovació i Intel·ligència Turística (Eurecat). Para Calabuig, una de las claves de los próximos años será innovar para mejorar la sostenibilidad de la actividad turística. "El turismo de masas, de grandes volúmenes, no está reñido con la sostenibilidad", advierte. La digitalización es a su entender una de las vías a desarrollar. "Se producirá una aceleración de la digitalización porque la gestión de los flujos de visitantes para evitar la saturación y minimizar los impactos tendrá ahora más sentido que nunca", añade.