Como muchos otros en aquel tiempo, Jaume Catà se inició a los 14 años como aprendiz en un taller mecánico de coches y camiones. Hoy, a los 78, está jubilado pero se mantiene vinculado a la empresa que él mismo fundó, Catà Germans S.L., que cumplió 60 años en 2018 y se ha convertido en todo un referente en materia de corte láser de chapa y plegado de precisión. En sus instalaciones de Banyeres del Penedès -5.000 metros cuadrados que pronto se convertirán en 6.000-, hoy alcanza una facturación de más de 2,5 millones de euros y da empleo a 26 personas.
La crisis del 58 pilló al joven Jaume con 17 años, aunque ya con cierta experiencia en forja, torno y soldadura, y le obligó a espabilarse. Empezó él solo, si acaso con la ayuda de algún aprendiz: "Hacía de todo, hasta reparar bicicletas... y como había muy pocos coches en el pueblo, comencé con pequeños arreglos para los payeses y las granjas avícolas, un sector emergente por entonces". Fueron los inicios de 30 años centrado sobre todo en el sector agrícola y ganadero: "Desarrollamos modelos de utilidad e incluso patentes para la automatización de las explotaciones", recuerda.
SERVICIO. Los inicios en granjas con animales vivos definieron una ética extrema con los plazos de entrega que se mantiene hoy
Unos años que resultaron básicos para reforzar el carácter de Jaume y su filosofía de empresa: "Al trabajar con animales, que no pueden esperar, interiorizamos casi sin darnos cuenta una ética extrema en los plazos de entrega, lo que se ha convertido en un elemento de identidad". La asistencia a las granjas también condicionó su peculiar dinámica de trabajo. "Los pollos tampoco saben que hay vacaciones en agosto, de manera que siempre teníamos que establecer guardias por si había alguna urgencia".
Esa mentalidad de servicio tan personalizado ha resultado clave, a juicio de Jaume, para la supervivencia y expansión de Catà Germans, que en los 90 ya dio un giro hacia el mecanizado y plegado de piezas metálicas con inversiones en maquinaria de última generación, otro de los sellos de la 'casa', que en el año 2000 apostó en firme por los equipos de corte por láser. "Lo mío ha sido trabajar duro e invertir; yo sólo hago los domingos de fiesta, pero no me siento mejor que los días que trabajo... Imagino que es la costumbre cuando uno ha bregado toda la vida".
LÁSER. En 2000 la empresa apostó por la tecnología punta de equipos de corte del metal guiados por láser
En este camino de seis décadas, tan o más importante que las herramientas tecnológicas ha resultado el apoyo familiar. Teresa Boada, su mujer, en primer lugar, encargada de la contabilidad hasta hace no demasiados años: "Ella -recuerda Jaume- ha sido mi puntal en la administración, y si había que echar una mano en el taller tampoco se le caían los anillos". A continuación, sus hijos Carles -responsable de la oficina técnica-, Gabriel -taller- y Marina -control de producción-, además de sus nietos, que estudian en la universidad y que ya llevan un par de veranos de prácticas en la empresa.
FACTURACIÓN. Con una plantilla de 26 trabajadores en la actualidad, en 2018 facturó en torno a 2,5 millones de euros
Catà Germans trabaja principalmente para empresas de Tarragona, un 50 ó 60% de ellas ubicadas en el área de influencia de Reus. Se trata de componentes de precisión para proveedores de grandes corporaciones como los fabricantes de automoción, trenes de alta velocidad, satélites, laboratorios, robótica... "Muchas veces no sabemos ni siquiera qué aplicación va a tener lo que nos han encargado; nosotros intentamos diversificar y ser tan flexibles como para atender al herrero del pueblo o a una gran multinacional".
El presente y el futuro de la empresa desde hace años está, con Jaume como administrador y consejero, en manos de la segunda generación. Nada hace presagiar que piensen modificar la fórmula de éxito que les ha legado su padre: tecnología punta, ética de trabajo, servicio esmerado y diversificación forman el rectángulo virtuoso que ha transformado aquel pequeño taller de los años 60 en una firma de prestigio y notable envergadura.
Perfil propio
Jaume Catà es un enamorado de la mecánica y de todo tipo de artilugios. En Can Catà, la sede de su empresa en el polígono anexo a la urbanización Priorat de Banyeres, existe un pequeño museo donde el fundador conserva sus motos antiguas, herramientas de forja, tornos antiguos y muchas otras piezas de valor en su trayectoria personal y profesional antes de que la robótica -con maquinas que superan los 700.000 euros- y los ordenadores impusiesen su ley. En otra zona guarda celosamente un inmenso archivo gráfico del Baix Penedès -su otra gran pasión- con todas sus cámaras de fotografía y vídeo, una lección viva de historia de la tecnología de la imagen.