Mientras la Unión Europea estudia nuevas sanciones contra Rusia tras comprobar las atrocidades que el ejército de Putin ha ido dejando a su paso, a 3.000 kilómetros de Ucrania la economía de Tarragona, al igual que en Cataluña y España, se resiente pese a la relativa lejanía de la guerra. El agravamiento de las tensiones provocadas por la inflación (9,8% en el dato de marzo, el más elevado en 27 años) y el temor al desabastecimiento ponen cada vez más en peligro la recuperación tras la pandemia.
A pie de calle, el alza de los precios amenaza el equilibrio de las economías domésticas. El incremento descontrolado del IPC, sobre todo debido a la crisis energética, está minando el poder adquisitivo de los hogares, e incluso podría desembocar en una recesión si obliga al BCE a subir los tipos de interés. Los precios del gas, la electricidad y los carburantes explican tres cuartas partes del aumento del índice de precios. La alimentación, ante el fuerte aumento de los costes y la psicosis ante posibles problemas de suministro, también suma lo suyo en la ecuación.
"Estamos hablando de una demanda inelástica, un consumo necesario de los hogares, y por tanto el sobreprecio del carburante o el supermercado, igual que el de la electricidad y el gas, deja de llegar a otros bienes y servicios, con el impacto que ello tiene por fuerza en múltiples sectores", explica el economista Juan Gallardo, director del Gabinete de Estudios de la CEPTA. De seguir en la misma línea de encarecimiento, se estima que la factura extra por estas partidas puede suponer 25.000 millones de euros respecto a 2021, más de un cuarto de todo el ahorro doméstico acumulado durante la pandemia.
El peor escenario tras la pandemia
Precisamente un escenario de inflación prolongada era uno de los mayores riesgos que los analistas subrayaban para una salida relativamente indolora de dos años críticos por la pandemia ya a principios de año en sus perspectivas de crecimiento para 2022. "Una inflación sostenida -vaticina el economista Joaquim Margalef- puede convertirse a medio plazo en un problema significativo para demanda final, aunque me preocuparía más un aumento significativo de los tipos de interés, eso sí que sería un freno importante por el aumento de costes financieros, y no sólo de costes salariales". Desgraciadamente, el peor escenario posible se está haciendo realidad.
Sólo el contrapeso de los fondos europeos Next Generation introducen algo de optimismo en un panorama preocupante: "Es verdad que la inflación afecta a la capacidad del gasto de las familias y se traduce en una menor demanda interna, pero si los trámites son ágiles y los fondos Next Generation se ponen en marcha con la vitalidad necesaria, van a arrastrar a la iniciativa privada y dar un empuje adicional al crecimiento", analiza el catedrático Josep Oliver, catedrático emérito de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona y director del Anuario Económico Comarcal del BBVA.
El lastre del precio de la energía
La recuperación de la demanda, muy intensa en 2021, actualmente se enfrenta al obstáculo de la reducción de renta y la pérdida de poder adquisitivo. El impacto de la guerra, con dos países que se encuentran entre los principales exportadores de materias primas energéticas, industriales y agrícolas, es una noticia nefasta para el crecimiento tras el desplome de 2020 y los desajustes (microchips y materias primas) del pasado año en las cadenas de producción. "Enfriar los precios de la energía, ahora en máximos, es una cuestión clave para consolidar la recuperación", destaca Carme Poveda, directora de Análisis Económico de la Cambra de Comerç de Barcelona y de la memoria económica regional que elabora el Consell General de Cambres de Catalunya.
De acuerdo con el mercado de futuros de la electricidad, en los próximos meses se vislumbran precios todavía más altos, lo que afectará tanto a las empresas como a las familias, con un impacto económico que puede suponer la mitad de las transferencias directas de los fondos europeos. En comparación con la media de los precios que se han verificado en el sector eléctrico durante los diez años entre 2010 y 2020, los analistas auguran una transferencia de renta cercana a los 35.000 millones de euros durante 2022 para toda la electricidad producida y consumida en España.
Esta situación compromete en gran medida a dos de las industrias electrointensivas que conforman los pilares de la economía del Camp de Tarragona, como son los sectores químico y turístico. Fuentes de la Asociación Empresarial Química de Tarragona (AEQT) advierten que la subida del precio de la energía, tanto del gas natural como de la electricidad, unida al aumento del precio del crudo, se traduce en una pérdida de competitividad directa: "Otros sectores ya han tenido que interrumpir actividades y, si no se resuelve el problema, también nos puede acabar arrastrando".
Las pymes del territorio, que en el sector servicios son mayoría, están sufriendo una sobrecarga en su estructura de costes que, "al final va a repercutir en todo; con la llegada de la Semana Santa debería llegar la reactivación de la restauración y el alojamiento, en algunos casos con altos consumos de energía eléctrica, de modo que el cliente va a pagar más cuando contrate sus vacaciones; sin duda, esto va a afectar a todo el sector servicios, que en Tarragona tiene mucho peso", reflexionan desde CEPTA.
Mercado de trabajo
Durante el pasado mes de marzo, según los datos del Ministerio de Trabajo, el paro registrado en el Camp de Tarragona y Terres de l'Ebre alcanzó a 46.687 personas, 550 menos (1,16%) respecto al mes de febrero. La evolución interanual revela que hay 14.893 parados menos (-24,18% respecto a 2021). El sector servicios continúa a la cabeza del desempleo, con 33.513 parados (608 menos que en febrero). Apenas se mueve el sector agrícola (2.202 desempleados), la construcción (3.866) o la industria (4.012). El número de afiliados a la Seguridad Social en la demarcación de Tarragona se sitúa en 315.433 personas, 3.346 afiliados más (1,07%). En comparación con 2021 hay 14.452 afiliados más (4,80%).
La patronal Pimec considera que los datos no son positivos y que evidencian los efectos de las diferentes crisis sobre el mercado de trabajo, "como la falta de suministros, el encarecimiento de la energía o las dificultades para recuperar el nivel de demanda pre-Covid, crisis que se han visto agravadas desde el inicio del conflicto bélico en el Este de Europa". "Estamos ante el peor mes de marzo de la última década en lo que respecta al paro registrado; en Cataluña se han registrado 81.000 contratos menos que en el mismo trimestre de 2019".
Los expertos consultados prevén que este escenario de incertidumbre se va a mantener en los próximos meses e incluso podría empeorar. La profundidad de la crisis va a ser directamente proporcional a la evolución del conflicto de Ucrania y su huella en los mercados de la energía y de otros recursos naturales clave. Las perspectivas no son optimistas, ya que el precio del gas podría dispararse en caso de que Rusia decidiera interrumpir el suministro a la Unión Europea. A día de hoy se calcula que la economía española crecerá en 2022 en torno a un 4,8%, ocho décimas menos de lo esperado, por el contexto bélico.