Martín Vivancos
Professor d’EADA Business School
"Las personas son unos de los principales activos de una compañía". Suena lo mismo que decir que "lo más importante para la empresa es la satisfacción de nuestros clientes". Es decir, verdades incuestionables pero que no son tan evidentes cuando observamos el comportamiento de las empresas. De hecho, con demasiada frecuencia suena a una cierta hipocresía en la medida que no se hace lo que se predica. En este sentido, cualquier director reconoce que la gestión de las personas es uno de los cometidos más complejos de su función gerencial. Y aunque no quede bien reconocerlo, muchos directivos siguen teniendo una mentalidad taylorista en la que las personas son consideradas como una variable de conflicto .....pero necesaria. Si esto no fuera así estarían mucho más extendidas auténticas políticas de gestión del talento en las empresas. Si no fuera así se reconocería que el equipo de una empresa es una potencial ventaja competitiva a desarrollar. Si no fuera así se reflexionaría sobre los altos índices de rotación de personal de determinadas organizaciones. Si no fuera así, se creería que el talento hay que cultivarlo y se entendería que la formación y el desarrollo del mismo no son un coste sino una inversión.
A un directivo se le paga y valora por tomar decisiones. De hecho, por el éxito de sus decisiones. En la actualidad, no únicamente estamos afectados por la llamada transformación digital. No es la única variable que está llamando a la puerta de nuestras empresas. Cabe tener presente la exigencia de un verdadero cambio en la forma de dirigir las organizaciones, y de forma especial, las personas que las componen y el talento que depositan.
Ya hay una generación de nuevos profesionales comprometidos a no trabajar para empresas no sostenibles. Al mismo tiempo emerge con fuerza un segmento de nuevos consumidores dispuestos a no consumir productos de marcas cuyas prácticas no se hallen alineadas con valores de sostenibilidad.
En este punto, clientes y personal se han puesto de acuerdo. El talento y los consumidores se irán a otras empresas si no se sienten apreciados, si sus opiniones no se escuchan y si no se sienten identificados con los valores de la compañía.
La transformación digital es un cambio, producto de la aplicación de las nuevas tecnologías pero con una dimensión humana que no debe de olvidarse. Asistimos a unos cambios y al directivo se le exige una capacidad de liderazgo, reflejada en su ejemplaridad y en los valores que manifiesta. Si no es así, será verdad que las personas no se marchan de las empresas sino que abandonan a sus jefes. Y si se marcha el talento ¿Qué se espera que hagan los clientes?