Fernando Campa-Planas
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la URV
El pasado 3 de febrero, un Boeing 767-300 de Air Canadá que tenía previsto volar de Madrid a Toronto se vio obligado a seguir el protocolo establecido de vaciar sus tanques de combustible al detectar daños en una de sus ruedas traseras del tren de aterrizaje y en su motor izquierdo, lo que en terminología aeronáutica sería considerado como un incidente aéreo. Se trataba de uno más de los que con una cierta frecuencia se producen y que solo conocen las personas que deben ocuparse de los mismos: técnicos de fabricación y mantenimiento, reguladores aeronáuticos y pilotos.
Entonces, ¿por qué este "suceso" fue "víctima" de una cierta "prensa rosa", que siguió el aterrizaje con más atención que la vuelta a casa de un transbordador espacial? Incluso el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA) manifestó que estaba en disposición de prestar asistencia a sus compañeros pilotos si fuera necesario.
No me corresponde juzgar el incidente desde un punto de vista mediático, pero desde de un punto de vista meramente de gestión empresarial sí me llamó la atención el agradecimiento social a un profesional por haber hecho bien el trabajo por el que había sido preparado, muy bien preparado, durante años; convirtiendo, no solo los pilotos sino todos los agentes involucrados, el transporte aéreo en el medio de transporte más seguro del mundo bajo cualquier estadística.
El cine nos ha dado muchos ejemplos de las características de este sector, a veces con toques de humor ("Aterriza como puedas"), o con toques dramáticos (¿cómo el anteriormente mencionado incidente de Madrid?), o en las diferentes versiones de la saga de las películas de "Aeropuerto". El mantenimiento de los aviones, y sus problemas, lo abordó "Whisky-Romeo-Zulu", y el glamour de la aviación series como PAN-AM o las películas "El aviador" y "Top Gun", sin olvidar la referencia a los programas de fidelización aérea en "Up in the air", los problemas burocrático-políticos en "La terminal", la seguridad del presidente de Estados Unidos en "Air force one" o el 11 de septiembre en "United 93".
Evidentemente, desde un punto de vista dramático, la recreación de "Viven" es el peor ejemplo de la seguridad del sector, con un punto de vista complementario en "El vuelo", donde podemos ver un comandante, que sólo "gracias" a su estado etílico, es capaz de tomar "la mejor decisión" ante la avería del timón de profundidad. Por lo tanto, el sector, en cuanto a seguridad y gestión, es analizado en múltiples películas
Pero si me tuviera que quedar con una película de transporte aéreo y su vinculación con la gestión empresarial, ésta sería "Sully", que narra el amerizaje en el Hudson que se produjo el 5 de enero de 2009, cuando el A320 de US Airways que acababa de despegar del aeropuerto de La Guardia en Nueva York, y que se dirigía a Charlotte, chocó a unos 3.000 pies de altura con una manada de gansos, inutilizando ambos motores.
El comandante Chesley "Sully" Sullenberger, decidió como mejor opción la del amerizaje, dada la distancia de planeo que tenía a aeropuertos cercanos. Lo que fue una operación de pilotaje brillante, no rutinaria, aunque ensayada en simulador, fue criticada, entre otros, por las compañías aseguradoras del avión, pues entendían que había margen de tiempo suficiente para haber aterrizado el avión en el aeropuerto de Teterboro, en New Jersey, y, por tanto, "salvado" el avión.
De hecho, pruebas reales realizadas demostraron que sí había tiempo suficiente para haberlo desviado a Teterboro y aterrizado el avión; siempre y cuando no se tuviera en cuenta un pequeño detalle: en las pruebas realizadas, los pilotos que ejecutaron estas maniobras sabían lo que debían hacer en el momento del impacto de las aves, desviar el avión a Teterboro.
Si no hubieran sabido la decisión correcta a tomar en el momento del impacto, como no lo sabía Sully, el mero hecho de requerir 35 segundos (sí segundos, no minutos) ya imposibilitaba el aterrizaje seguro en tierra por lo que, finalmente, la decisión tomada por Sully fue más que correcta.
La gestión empresarial no obliga, normalmente, a la toma de decisiones en un lapsus de tiempo tan reducido como al que se ven obligados en determinadas circunstancias los pilotos de aeronaves por lo que en las escuelas de negocios se insiste más, obviamente, en la calidad que en la rapidez en la toma de decisiones, sin que ello suponga necesariamente retardar las actuaciones necesarias.
Pero, en cualquier caso, sí que nos debería servir de experiencia la decisión de Sully y su análisis posterior, en tiempo real. Qué fácil es para algunos opinar a posteriori, conociendo todas las variables de un problema en la tranquilidad del despacho e, incluso, con los resultados habidos ya enfrente: ”habría que haber hecho”, “deberíamos de haber hecho”, “hoy que es lunes te acierto la quiniela de ayer domingo”…¡Faltaría más!