Dra. Desirée Knoppen
Profesora y directora del departamento de Marketing, Operaciones & Supply de EADA Business School
En Alemania, conductores impacientes llegan a atropellar a activistas climáticas desesperadas. La diferencia sobre las razones -necesito llegar a mi puesto de trabajo versus necesito salvar la humanidad de un colapso ambiental- no podría ser mayor. Ante el consecuente grado de polarización y crispación, muchos dedos apuntan a la fuerza política para que reconcilie los intereses de todas las partes involucradas. Otros, señalan al sector privado para que asuma un papel clave en el escenario de la sociedad con todas sus problemáticas.
Hay quien asegura y sigue defendiendo que en términos de sostenibilidad hay mucho marketing y poca acción en el sector privado. Que las empresas se preocupan, sobre todo, de su propia supervivencia como fin en sí mismo. Y que prácticamente todo lo que han hecho hasta ahora podría clasificarse como reducción de la insostenibilidad en lugar de creación de sostenibilidad. No hace falta repetir los datos científicos del estado de salud planetario y social para concluir que los supuestos cambios son insuficientes. Con mayor procrastinación se disparará más el coste de adaptación, reparación y regeneración de los sistemas naturales y sociales. Por ejemplo, la pérdida galopante de la biodiversidad, una de las principales amenazas para la humanidad, representa hoy unos 44 billones de dólares de valor económico, según el Foro Económico Mundial. Los costes asociados al cambio climático - con todos sus efectos en cascada - son tan altos e inimaginables que nadie se atreve a estimarlos.
Justificaciones para no perseguir un mayor impacto positivo abundan en el sector privado: los accionistas e inversores exigen rentabilidad a corto plazo, los consumidores no quieren cambiar de hábito, los proveedores están lejos y no preparados, los legisladores y los entes de control no están a la altura de las circunstancias, y podríamos continuar un buen rato. Sin embargo, ¿Nos conformamos con nuestro cortoplacismo y miopía? ¿O nos tomamos en serio que el talento y la capacidad de acción están en la empresa? ¿A qué queremos dedicar este talento? ¿a perpetuar el status quo, o a introducir cambios radicales, que generan sostenibilidad en lugar de solo reducir la insostenibilidad?
Un paso importante es volverse radicalmente transparente sobre el impacto de los cambios conseguidos. Por ejemplo, distribuir con vehículos eléctricos (argumento de muchas empresas para decir que son sostenibles) sigue implicando una huella de carbono considerable, tomando en cuenta la energía requerida para todas las fases del ciclo de vida del vehículo y sigue agotando recursos escasos para la producción del vehículo. Envasar bebidas en botellas de plástico reciclado (otro argumento) sigue teniendo una huella de carbono considerable por el consumo de energía en la producción, distribución y reciclaje del envase, y no resuelve el problema de los micro y nano-plásticos por los plásticos vertidos en nuestro entorno natural. Otro ejemplo, producir ropa con algodón ecológico implica cantidades importantes de consumo de agua en su cultivo y sigue usando un suelo que alternativamente podría emplearse para el cultivo de alimentos, además de generar una huella de carbono a lo largo del ciclo de vida de la prenda. Efectivamente, vehículos eléctricos, plástico reciclado y algodón ecológico son importantes para reducir la insostenibilidad, pero para crear sostenibilidad habría que ir mucho más allá en estos ejemplos, creando sistemas de producción y consumo locales que trabajen con el territorio y minimicen el transporte, dejando de fomentar los envases de un solo uso, y evitando sobreconsumo, creando productos duraderos.
Cada vez más directivos apuntan a que las empresas sirven a un propósito social. Las implicaciones son profundas: crear capital financiero deja de ser el fin último y pasa a ser un medio para crear más bien capital humano, social, y natural. Es decir, estos directivos lideran organizaciones que crean valor sin destruir los sistemas sociales y naturales.
Sí, efectivamente la economía tiene que crecer pero no en cantidad sino en calidad. No en tamaño de industrias contaminantes o que fomentan el sobreconsumo, sino en industrias y sectores que ayuden a regenerar el capital natural, social y humano. El planeta nos pide a gritos que entendamos la realidad biofísica frente a la economía moldeada por nosotros, la especie humana. Lo oímos, pero ¿lo escuchamos?