Management

Denise Prudhomme, in memoriam

Javier Fañanás

Director de proyectos y consultor en The Skeye

 

 

Mis queridos lectores saben que soy bastante aficionado a citas cultas de personajes célebres que refuerzan mi argumentario; ellos no saben que tengo un ramillete de citas que avalan lo contrario pero como soy un vil ventajista me las guardo a buen recaudo. Hoy he decidido dejar las alturas y bajar al mundo real, el de la gente corriente, el de la intrahistoria, ese término acuñado por Unamuno para referirse a la historia de esa gente sin Historia que va más allá de la oficial. Denise Prudhomme pertenece a esa categoría. ¿No has oído hablar de ella?

Denise, 60 años, trabajaba en el Wells Fargo, un banco situado en West Washington Street, bloque 1100, en Tempe, Arizona. Fichó a las 7:00 del viernes 16 de agosto y se dirigió a su cubículo de la tercera planta, en una zona poco transitada, alejada del pasillo central. Podemos especular qué sucedió en el trayecto pero no hay testimonios; probablemente no saludó a muchos compañeros ya que la mayoría estaban teletrabajando. Lo que sí sabemos con certeza es que el martes día 20, cuatro días y pico después, un compañero llamó a Seguridad porque había alguien desplomado en la oficina; activaron el protocolo médico y a las 4:55 pm la declararon oficialmente fallecida.

Estremecedor.

En un mundo plagado de noticias fake cuesta mucho creer esta noticia, pero es cierta. Las preguntas se agolpan, comenzando por las obvias:

¿Causa de la muerte? Se desconoce, parecen causas naturales.

¿Ningún miembro de su equipo la echó de menos? Era la única de su equipo en esa oficina. En todo caso cuesta imaginar que nadie la busque en tres días laborables, comenzando por su jefe.

¿No limpian esa zona de la oficina con regularidad? Difícil de responder, raro raro.

¿No hacen rondas los de Seguridad? En los bancos se jactan de seguridad 24/7, con rondas periódicas por las oficinas.

¿No la echó de menos su familia? ¿Y sus amigos? Tremenda cuestión. A la Policía no le consta denuncia alguna.

¿Nadie interactuó con ella en cuatro días? ¿Nadie pasó por su cubículo, abierto, en ese tiempo? Pues parece que no.

¿Nadie detectó nada raro? Pues algunos se quejaron de un olor extraño pero lo atribuyeron a los consabidos problemas de las cañerías.

¿Nadie detectó en el sistema de control de presencia que había fichado a la entrada pero no había salido? No.

¿No tenía la empresa un software guardián que alerta cuando el empleado lleva un periodo de tiempo sin interactuar con su ordenador? Quizás sí, es bastante común.

¿Por qué estaba en la oficina si no interactuaba con nadie? Gran pregunta.

¿Había expresado algún tipo de malestar o insatisfacción con su situación? Lo desconocemos.

Lo cierto, y eso es lo terrible, es que Denise murió, sola, en algún momento del viernes y tardaron cuatro días en encontrar su cadáver. Este puede ser un punto de partida excelente para los ventajistas que abogan por la deshumanización de las empresas, nos tratan como meros números, solo les interesa la productividad a un coste mínimo, etc., pero también para los que abogan por el fin del teletrabajo y el retorno a la oficina para reforzar los lazos con los compañeros y el contacto humano, y reclamar que esto jamás se hubiese producido si todos estuviesen en la oficina, y que quizás se hubiese podido salvar la vida de la pobre Denise. Como es bien sabido, no me voy a mojar aunque tengo la tentación de hacerlo; en cualquier caso el centro del debate no debe estar en el teletrabajo sino en la responsabilidad que tenemos como empresa en situaciones como estas. ¿Qué diríamos si la muerte le hubiese sobrevenido mientras trabajaba en casa? Podemos hacer muchas prédicas sobre el aislamiento y el trabajo en equipo pero muchos de esos argumentos son como los toros malos, esos de lo que los diestros evalúan con un despectivo "no tiene dos pases".

Según una investigación de Survey of Working Arrangements and Attitudes (ni idea de quienes son), liderado por N. Bloom, un empleado gasta 80 minutos al día en tareas que pueden considerarse sociales, por lo que emplea unos 400 minutos en tareas individuales que pueden realizarse en remoto; ya sabéis en qué lado están estos, sobre todo cuando proponen compactar los 80 minutos de toda la semana en un día. En EEUU parece que el tiempo de traslado es un factor importante para el 79% de los encuestados; en otra encuesta, un relevante 35% sacrificaría salario por reducir el tiempo de traslado. Y los voceros aprovechan para recordar un estudio de la universidad de Pittsburgh que identifica la oposición de las empresas al teletrabajo con un signo de management trasnochado y de resistencia al cambio por parte de los jefes: a ver como le dices esto a tu querido Director General cuando quiera reducirlo.

Insisto en que el debate no está en el teletrabajo, aunque hayamos visto en los medios un buen número de compañías de primer nivel que están obligando a volver a la oficina, muchos de ellos tres días por semana; aquí cabe citar al ínclito Elon Musk, que ha ordenado a sus empleados de Tesla y X el trabajo presencial en la oficina un mínimo de 40 horas semanales so pena de considerar que habían dimitido si no lo cumplían (no es coña). El debate, recalco, no está en el teletrabajo sino en cómo lo ordenamos, cómo garantizamos ese contacto humano que perdemos con el teletrabajo y con la tecnología, o si no dime cuantas reuniones hacéis por Teams en la oficina cuando todos estáis presencialmente allí. ¿O es porque uno de los participantes estaba en remoto? ¿De verdad no podemos coordinarnos para acordar la fecha y que todos estemos? ¿Habéis probado a hacer un brainstorming por Teams? Se trata de dotarnos de normas, y no de pasar de un extremo al otro del péndulo.

Supongo que habéis participado en ardorosos debates sobre la avaricia de las empresas que impulsan el teletrabajo para ahorrarse una gran cantidad de dinero en alquiler de oficinas; muchas de ellas, algunas pagando jugosos alquileres en el centro de las ciudades, están dando marcha atrás parcialmente, buenas noticias para los propietarios de oficinas vacías. Si Wells Fargo hubiese rentabilizado su edificio de oficinas en Tempe quizás yo no tendría título para esta columna.

Más allá del debate superficial sobre si hay más o menos limpieza en las oficinas o si Seguridad hace más o menos rondas, creo que sí hay una responsabilidad de la empresa en la forma en que nos relacionamos y cuidamos de los otros empleados:

  • Cuidemos la salud física y mental. No es difícil, basta con hacer muy poquito para comenzar.
  • Cuidemos los protocolos de Seguridad. El caso de Denise es extremo pero ¿tienes algún empleado trabajando solo y al que no ves durante horas? ¿Tienes algún protocolo para asegurar que alguien controla que tus empleados en remoto no sufran un percance y nadie les ayude?
  • Denise estaba aislada y probablemente se sentía sola. Cuando yo comenzaba en estas lides castigábamos a los díscolos con trabajo en oficinas cuasi aisladas. No te cuesta tanto agrupar a los que tienes en la oficina: la tecnología lo permite y ellos te lo van a agradecer, creo; si no, tienes otro problema de cultura empresarial. A mí me gustaría que mi empresa se preocupe por mí, que me escuche, que me dé un espacio para expresar mis inquietudes.
  • Forma a tus líderes en empatía y atención psicológica primaria para detectar situaciones anómalas y levantar la bandera de alerta. Seguro que Denise tenía un jefe pero el día que hablaban de esto no fue a clase.
  • Implanta una responsabilidad social corporativa de verdad. No me vale que me convenzas de que aquí no puede pasar un caso similar porque eso ya lo sé, pero debemos proteger a nuestros empleados y no esperar a situaciones críticas para reaccionar. Seguro que en tu política aparecen las palabras salud y bienestar; quizás te sorprenda saber que eso no se reduce al chequeo rutinario anual y al bono de horas para jugar a pádel.
  • Asegúrate de que creas equipos y no grupos que trabajan juntos. La relación, el propósito común o la interdependencia son características de los equipos, aceite para el candil de la cohesión y la proximidad humana.
  • Organiza eventos, actividades in- o extra-laborales, reemplaza la distancia del Teams y el teletrabajo por roce físico, impulsa reuniones presenciales con propósito.

No podemos hacer nada por Denise. Es una desgracia sobrecogedora, de las que nos dejan sin palabras. Es nuestra responsabilidad aprender y sacar conclusiones, no solo para que no suceda un caso tan extremo difícilmente repetible sino para alertarnos de la deriva del trabajo aislado y sus consecuencias negativas en las personas, empleados tuyos a los que has comprometido a proteger.