Los meses de confinamiento han impulsado el trabajo a distancia hasta niveles desconocidos hasta la fecha con un sorprendente grado de eficacia, más por voluntarismo ante una situación excepcional que por estrategia empresarial. En este contexto, la pandemia también ha puesto al descubierto la complejidad que entraña el modelo de teletrabajo; las empresas están todavía muy verdes en aspectos como las políticas de uso de medios tecnológicos, registro de jornada, prevención de riesgos, o protección de la información, entre otros. Se impone un esfuerzo de adaptación, con fuertes dosis de análisis de procesos, formación y entrenamiento de las plantillas.
La dureza de la crisis sanitaria del Covid 19 ha obligado a las empresas a ensayar un doble salto mortal sin red, dadas las urgencias vividas en la implantación del teletrabajo. Se calcula que hoy uno de cada tres empleados (34%) ha abandonado el modelo enteramente presencial tan arraigado todavía en Cataluña y en España, cuando ese porcentaje apenas llegaba al 5% en 2019. "Quizá no se puede hablar de revolución ni de un giro de 180 grados, pero sí de un paso al siguiente nivel, mucho más cercano a la realidad europea", sintetiza Teresa Pereyra, responsable del Departamento de Protección de Datos y Tecnologías de la Información del despacho Roca Junyent.
En Tarragona, las grandes compañías se vieron obligadas a reaccionar rápidamente para mantenerse operativas, y todo indica que esos cambios han llegado para quedarse. En la industria química, como paradigma de las multinacionales asentadas en el territorio, por regla general se mantiene el teletrabajo entre todos aquellos empleados que, por la naturaleza de sus tareas, pueden ejercer sus funciones a distancia, en línea con la previsión legal de favorecer el teletrabajo al menos hasta pasados tres meses de la finalización del estado de alarma.
"En algunos casos -explican fuentes de la AEQT- que no son estrictamente de producción, pero que están muy vinculadas a la actividad productiva, progresivamente se está volviendo al trabajo presencial, siempre respetando las medidas de protección, higiene y distancia pertinentes". Se trata de personal que en el momento de mayor incidencia de la pandemia también adoptó la modalidad de teletrabajo, a pesar de que ejecutar sus tareas a distancia comporta una gran complejidad para extremar todas las precauciones: "En las últimas semanas, progresivamente y siempre por turnos, están volviendo presencialmente a sus puestos".
La vuelta por turnos al trabajo presencial -en todos los casos bajo estrictas medidas de seguridad, prevención, higiene y distancia...- "permite no superar el 50% del aforo de salas, despachos u oficinas, y al mismo tiempo limita la coincidencia entre los miembros de distintos equipos, de modo que limita una hipotética cadena de transmisión del virus". Este modelo 'híbrido' entre trabajo presencial y a distancia, por turnos y en días alternos, también se está probando con éxito en toda el área de servicios centrales de la Autoritat Portuària de Tarragona.
En el caso de las pymes, con políticas de recursos humanos menos desarrolladas, la falta de regulación del teletrabajo ha generado escenarios no exentos de improvisación, resueltos en la mayor parte de los casos a base de voluntarismo: "Las pequeñas y medianas empresas que pueden plantearse una actividad no presencial han descubierto las ventajas evidentes del modelo -flexibilidad horaria, conciliación...- pero también una cierta anarquía en los horarios que se traduce en alargamientos de jornada y ausencia de desconexión", describe Xavier Artal, director de Dades i Serveis, desde el día a día de una de las grandes gestorías a nivel provincial.
La falta de regulación del teletrabajo ha generado mucha improvisación, especialmente en las pymes
Tras la experiencia de la crisis sanitaria y de un estado de alarma, tanto grandes como pequeños se afanan ahora en un proceso de adaptación tecnológica de sus sistemas para poder sostener las riendas de la actividad sin apenas pisar la oficina. Las soluciones informáticas en la nube, con total conectividad en remoto, viven días dorados, al igual que todas las herramientas de videoconferencia para trabajo en equipo. En ese sentido, el análisis certero de la brecha de seguridad se convierte en un factor decisivo: "La diligencia con que una empresa forma a los trabajadores para proteger la información dice mucho de ella", reflexiona Teresa Pereyra.
Por lo que respecta al sector público, las inercias del modelo presencial vuelven a imponerse con el regreso a la 'nueva normalidad'. Por ejemplo, según datos oficiales, la Administración General del Estado en Cataluña registra ya más personal en trabajo presencial, 6.776 personas (56%), que las que continúan en modalidad no presencial, 4.457 (37%). En Tarragona son 700 funcionarios frente a los 300 que siguen en casa. Al comienzo del estado de alarma, el trabajo presencial en la AGE en el conjunto de España solo representaba un tercio del total (26.453 frente a 73.788).
Luces y sombras de un aterrizaje forzoso
El descubrimiento de algunas de las ventajas del teletrabajo -libertad, movilidad, flexibilidad horaria...- ha venido acompañado de algunas sombras. El aterrizaje 'forzoso', en condiciones muy precarias de espacio familiar compartido, ha carecido de análisis, estrategia y formación previa. Por ello quedan en el aire numerosas cuestiones de enorme peso específico en cualquier plan de empresa: políticas de uso de medios tecnológicos y sus costes, registro de jornada, prevención de riesgos, brecha de seguridad o protección de la confidencialidad, entre otras.
"Después de estos meses de cierto caos, se impone un ejercicio de autorreflexión y autorregulación; no se trata de encorsetarlo todo, sino de sentar unas bases generales para que las empresas hagan su trabajo... ya existe una normativa al respecto y se trata de adaptarla para poder ir aplicando lo que hay", expone Álex Santacana, socio del Departamento Laboral en Roca Junyent. "El anteproyecto de Ley que prepara el Gobierno puede pecar de un exceso regulatorio; una mayoría de empresarios están a favor del teletrabajo pero no de que les compliquen la vida", valora.
La futura Ley parte de la base de que el trabajo a distancia es voluntario, requiere un inventario del material necesario y un mecanismo de compensación de gastos
El Acuerdo Marco Europeo sobre el Teletrabajo (2002), vigente a día de hoy, plantea que el teletrabajo debería basarse en la voluntariedad, es decir, en un acuerdo alcanzado entre empresa y empleado. El Estatuto de los Trabajadores, desde la reforma laboral de 2012, dicta que el teletrabajador tiene la misma retribución y se registra su jornada como si estuviera en dependencias de la empresa. Tiene derecho a la desconexión digital, a la formación y a la promoción profesional. Lógicamente, el empleador sigue siendo el responsable de la seguridad y salud en el trabajo.
¿Quién paga la factura?
De entre todos los debates que suscita esta nueva cultura del empleo uno de los más ruidosos tiene que ver con quién cubre los gastos -portátil, móvil, internet, luz, mobiliario ergonómico...- derivados del trabajo a distancia. El Gobierno PSC/Podemos trabaja en la futura Ley del Trabajo a Distancia, y la ministra Yolanda Díaz ha adelantado que la nueva norma "hará una lista" de las facturas que debe asumir al 100% el empresario y que "es probable que se estudien partes proporcionales en los suministros" a partir de un acuerdo por escrito entre trabajador y empresa.
El borrador de la Ley contiene un total de 21 artículos, más una disposición transitoria y cuatro adicionales. En línea con la normativa existente, el trabajo a distancia es voluntario y debe comenzar por un inventario del material necesario y un mecanismo de compensación de todos los gastos directos o indirectos, así como el horario, el lugar de trabajo y los medios de control por parte de la empresa. La patronal CEOE insiste en pedir prudencia al regular y aplicar criterios demasiado rígidos que conviertan el teletrabajo en una fórmula poco atractiva para las empresas.
"La cobertura de los gastos es un tema espinoso; con carácter general, yo creo que el hardware -portátil y móvil- debe correr a cargo de la empresa, que debe poner los medios para teletrabajar... luego ambas partes tendrían que negociar el tema de la conectividad y los suministros", valora Gerard Isern, profesor del Advanced Management Program de ESADE. "Cada empresa es un mundo y necesita margen de maniobra; el trabajo a distancia, si se diseña equilibradamente, puede ser una magnífica alternativa tanto para la conciliación laboral como para un ahorro de costes", concluye Álex Santacana desde Roca Junyent.
Cuestión de eficacia personal
La progresiva consolidación del teletrabajo abre la puerta a reorientar la gestión de las personas hacia una dirección por objetivos, la medición de resultados y la evaluación con efectos retributivos. "La cuestión no está en teletrabajar o no, sino en el aprovechamiento del tiempo; el presencialismo puede ser físico o virtual... En nuestro país se pierde aproximadamente un 25% del tiempo de trabajo, y es un porcentaje incluso optimista, que luego se traduce en alargamientos de jornada porque no somos efectivos ni planificando ni gestionando el tiempo", describe Gerard Isern, profesor del Advanced Management Program de ESADE y del Máster de Desarrollo Directivo, Inteligencia Emocional y Coaching de EAE, que desde esta semana ofrece un curso en colaboración con la Cambra de Comerç de Tarragona sobre 'Fundamentos para el teletrabajo efectivo'. Más allá de la tecnología, de los aspectos laborales y de los protocolos de empresa, el teletrabajo significa un cambio de filosofía empresarial basado en la confianza mutua y en la delegación de funciones: "En Europa -resume Isern- se trabaja por objetivos; da igual que el jefe te vea o no; lo importante son las metas semanales y mensuales, y el rendimiento se mide a través de las acciones que impactan positivamente en los resultados de la empresa".