Roberto García Casado
Director de Casado & López Consulting
Imagino que un conspirador como dios manda, e inteligente, no cejará de velar siempre por sus propios intereses mientras que un traidor puede dejar de lado los suyos para un bien mayor, hasta su vida si es menester. El traidor, que no quita utilice técnicas conspiratorias o de otro tipo, alberga en sí la esperanza de un nuevo amor mucho más fuerte, leal, y duradero para siempre. Abandona el calor que le pueda dar lo actual para adentrarse en el mundo de lo posible, de lo soñado en sus creencias, y de lo deseado. Es coherente consigo mismo y con su objetivo, capaz de mentir, delatar, corromper, con tal de ser fiel a "su" causa. También imagino que ambos intentan no dejar huella o rastro alguno que les ligue a determinados actos. Como si se tratara de un espía, borrarán sus huellas, si bien al traidor habitualmente se le cae la careta al final del trayecto.
Los hay por convicción, personas con verdadera vocación, y por circunstancias diversas. Aunque también existe gente que solo piensa en conspirar sin motivo alguno, y estos son ciertamente inquietantes. Quizás el traidor haya disfrutado de una gran pasión y ahora, por los motivos que sean, lo cambia sin miramientos. Ahí tenemos a Benedict Arnold, o a Malinche, o a Julius y Ethel Rosenberg. La lista es larga, al igual que las motivaciones. Grandes traidores los ha habido siempre.
Estos grandes traidores en muchas ocasiones merecen honores, y hasta se los da o quita la historia que narran aquellos a quienes favorecieron o perjudicaron; pero casi siempre es señalada su circunstancia. Vellido Dolfos es un ejemplo, legendario noble leonés que según cantares de gesta le sitúan como el autor de la muerte de Sancho II, primer rey de Castilla, el 6 de julio de 1072. Sancho no había aceptado el reparto que su padre Fernando I de León hizo de los territorios, y emprende una guerra fratricida (de lo más normal en aquella época) contra sus hermanos y hermanas, a quienes derrota.
Aquí se ve la importancia de saber planificar los repartos y las herencias, así muchas empresas familiares y muchas familias acaban como acaban, aunque nos hemos vuelto civilizados: corre menos sangre y demasiada tinta. Teniendo Sancho sitiada Zamora, según herencia correspondía a su hermana Dª Urraca, Vellido sale al encuentro del rey para proponerle una entrevista a solas, donde le explicaría el motivo de porqué iba a desertar del bando de su Señora y además le indicaría una puerta de acceso a la ciudad. Todo un caramelo. Durante ese encuentro, Vellido se apropia del venablo del rey y le atraviesa "las espaldas", hecho que cambia por completo la historia que se estaba escribiendo. Tras el regicidio huye del campamento castellano y atraviesa una pequeña puerta por el que entra a la ciudad a la que se bautizó como «Puerta de la Traición».
Eso es así al menos hasta el año 2009, donde en un pleno del Ayuntamiento de Zamora se decide por unanimidad cambiar dicho nombre por el de «Portillo de la Lealtad», en homenaje al defensor del cerco. Sólo faltaba. Es el prisma, querido amigo. Las interpretaciones se desparraman como un enjambre de lágrimas o como un aletear grácil de mariposas, y la graduación nos lleva a ver los colores según del lado en que estés. En todo caso, según tus valores eliges quien te paga, si tienes opción.
Entonces los guerreros no pastoreaban desde un despacho, y los valores y lealtades, que tanto tiene que ver con el grupo, contaban con otras medidas. Significados como honor, nobleza, sonaban con otra música. Fidelidad es cumplir una palabra dada, una promesa hecha con proyección en una certeza futura imprecisa e imprevisible, pero que cumplirás pase lo que pase. Supongo estas palabras han perdido adeptos, y conseguir en la empresa ciertos compromisos, sin que dependa de una necesidad, es un tema interesante, máxime cuando las organizaciones también conspiran y traicionan, y en algunos casos forma parte de su cultura. Te seducen y contratan con unas condiciones y luego te sorprenden con otras exigencias. Prometer y no satisfacer desdibuja cualquier relación futura.
Fidelidad es cumplir una palabra dada, una promesa hecha con proyección en una certeza futura imprecisa e imprevisible, pero que cumplirás pase lo que pase
Este tema de la lealtad y los posibles cambios ya lo hemos tratado de refilón en el artículo Ayahuasca, Corrupción y Cambio. Una cosa es traicionar ideas (frente evolución) y otra lealtades, principios, valores o compromisos adquiridos, y citábamos a Marcos Benavent, corrupto arrepentido, conspirador y finalmente traidor. De estos encontraríamos multitud de ejemplos. Todos podemos ser pasto de la corrupción o de las debilidades, unos quizás para sobrevivir en un momento crítico dado, otros, meros conspiradores mediocres, chantajistas o aprovechados sin muchas más cualidades o talentos que el sacar provecho de determinadas situaciones, y por último los seguidistas de la tradición, de la cultura o del grupo. Los de verdad son otra cosa, es aquel convencido al que la intencionalidad le guía, como a Vellido en su asesinato. El conspirador vulgar se deja sobornar o pervertir o corromper, mira de promediar en el grupo para sobresalir y que continúe recibiendo lo suyo. El traidor da preferencia a la discreción y a su misión.
Obviamente sobre los conspiradores idiotas o bobos, aquellos que hacen cosas sin sentido, no hemos de perder mucho tiempo; normalmente son irrecuperables e inservibles. Están en otros dictámenes, aunque importunen sin más, como la mosca cojonera. Pero de cómo hacen limpieza las organizaciones de determinados personajes, también anuncia mucho sobre lo que son y lo que desean, sobre su atractividad y su permanencia, sobre sus valores y lealtades.
Como el corrupto, muchas veces el conspirador aventajado repite aquello de, "y de lo mío qué", o en sus variantes: "y lo mío cómo está?", "y yo qué gano con esto?" De ahí a la amenaza y la traición queda uno y dos pasos. Lo dicho, los valores hacen a quien paga y a quien recibe, y casi siempre importa con quién viajas, se elija o no.