Roberto García Casado
Director de Casado & López Consulting
He escuchado tantas veces eso de "yo siempre voy de cara, con la verdad por delante" que da miedo responder como uno quisiera a quien camina así por la vida. Ese prometo jurídico de decir la verdad y nada más que la verdad no se lo cree nadie (casi). A falta de pruebas concluyentes, los juicios los gana quien mejor construye el relato y mejor lo interpreta; con suerte coincidirá con la verdad. Indudablemente no se puede ir por ahí contando y diciendo todo lo que uno piensa o se le viene de pronto a la cabeza. Seguro que Elon Musk lo pensará antes de poner un nuevo tuit...
Visto a la inversa, ¿quién es el guapo que aguantaría todas las verdades dichas sobre él por las personas con que se relaciona e importan? A veces es mejor ni saber ni investigar. Los silencios en un caso, y la ignorancia en otro nos salvaguardan. Tampoco uno cuenta todo sobre sí. Todos tenemos rincones en los que guardamos algunas cosillas, y esperamos que nadie encuentre ese diario antiguo o nuevo donde apuntamos lo que entonces (y a lo mejor ahora) consideramos nuestros secretillos. No necesariamente han de ser grandes cosas, ni malas, pero son nuestras, ese trozo de intimidad que deseamos no compartir. Con la transparencia usándose como un arma cargada, al igual que las postverdades reinventadas y adaptadas, o los postjuicios, o lo políticamente correcto, es mejor cerrar algunos baúles y deshacerse de ellos, o destruirlos directamente, no sea aparezcan al estilo Jumanji.
La hipocresía de lo políticamente correcto priva de un análisis más profundo y obstaculiza iniciativas en las empresas
Por desgracia la red ha hecho del mundo la comidilla. Antes en la plaza del pueblo cada uno hablaba del vecino a escondidas de sus oídos, pero al menos se conocían e incluso se apreciaban (u odiaban) en cierta manera, ahora muchas personas se atreven a opinar sobre quien no conoce ni en persona ni las circunstancias por las que hizo o dijo tal cosa. El respeto se deforma en esta barra libre, y premio a quien la diga más gorda. Conversaciones privadas sacadas de contexto, palabras captadas con una copa o en el calor de la distracción-relajación-cabreo-... Es un vivir pendiente continuo, y mantener la elegancia aun sin frescura. Tal como van las cosas lo mejor es no tener pasado ni cuentas en las redes sociales. Una absurda victoria de los insensatos y de los que hacen las cosas con intención premeditada. Eso es lo que estamos construyendo, una sociedad en la que nadie esté a salvo ni pueda fiarse de nadie, diseccionada en multitud de grupitos no ya para buscar lo que une sino lo que separa y lanzarse en una absurda disgregación unos contra otros, enfrentados habitualmente con ánimo de destruir-se. No olvidemos que la empresa vive dentro de este ecosistema.
El 'silencio organizacional' se debe al miedo de los directivos a recibir feedback negativo y a la escasa confianza en los trabajadores
Si dijéramos las verdades (las nuestras, las que creemos) tal como nos vienen nadie podría vivir en sociedad. Es el convencionalismo social, la educación, la buena vecindad, la amabilidad... lo que nos hace comportarnos como buenos hipócritas, utilizando esa técnica que hemos aprendido en cursos sobre comunicación, empatía, asertividad. ¡Ay, la de cosas que pensamos, sabemos, y no manifestamos! Cuando no es así, uno suele caer en desgracia (cualquiera se fía) y se produce un ostracismo grupal indeseado. ¿Quién busca un suicidio social-político-económico de forma premeditada? Así pues, mejor nos callamos y punto. Es lo que se espera, lo políticamente correcto.
Otro tema es cuando sabes la respuesta en clase pero tu profesor es un auténtico cabronazo (con respeto) que te persigue en la contestación y te acorrala hasta que fallas: Lo ves, yo tenía razón, veis cómo no sabéis nada, que sois unos... Pues para qué vamos a hablar entonces, respiras hondo y a ver si alguien dice algo que salve a la clase del martirio. Distinto también de como cuando te expulsan de tu propio sitio a través de tramas urdidas y de mentiras, destruyendo tu reputación bajo falsos testimonios, creando incertidumbres, tanto con paparruchadas como silenciando o menospreciando verdades / virtudes. Nadie en su sano juicio busca el ostracismo organizacional de manera premeditada, pero puedes encontrártelo de cara.
Cuando los trabajadores guardan silencio es porque el jefe siempre tiene la razón o no exsite la cultura de escuchar a los de abajo
Por ello las personas se protegen de esta enfermedad del abandono social-empresarial siendo cínicas, hipócritas o lo que sea menester. Se apoyan restricciones del lenguaje, y ya existen demasiados temas sobre los que mejor ni mencionar (salvo para manifestarte a favor con un ligero toque de cabeza) sin restricción, o mantener una corriente de pensamiento distinta sin que sea tomado como una ofensa, como un despropósito, y te aniquilen allí mismo. No te metas con las mujeres, ni los emigrantes, ni los perros de compañía. Ante eso el silencio se adueña y allá cada uno. ¿Es así como prospera una sociedad o una empresa? También sabemos que el silencio no es igual a aceptación, pero al menos escurres el posible golpe. Honestidad + educación + amabilidad + protocolo + ley de protección de datos + contrato de confidencialidad + tantos mases que no nos caben ya en la cabeza que mejor guardar silencio por todo. Y sonreír.
Las palabras cada vez adquieren un valor más ortopédico. La hipocresía del buen rollo y lo políticamente correcto, ese engañabobos que hace no digamos las cosas por su nombre, sin ofender, a veces priva de un análisis más profundo y obstaculiza determinadas iniciativas. Todo funciona según un relato y una creencia, sirviendo de poco la historia o la realidad. Un sesgo del cerebro (cognitivo) hace que nos quedemos con la primera información y ya no la cuestionemos, o bien al escuchar o leer una nos confirma lo que sospechábamos o pensábamos y ya está; el resto es lo contrario, o sea a abatir. Las empresas expuestas a las redes, juzgadas en sus decisiones y meteduras de pata, hacen frente al relato creando otro relato superpuesto, intentando captar alguno de los sesgos cognitivos o golpeando alguna emoción.
Naturalmente, toda empresa que se precie ha de contar con sus secretos (como con sus vergüenzas y sus éxitos). ¿Qué sería de ella sin ellos? Y ha de intentar protegerlos. El uso que hace el sacerdote del mismo es esclarecedor, como el secreto profesional que guarda el periodista en el ejercicio de su trabajo mientras un halo de misterio silencioso le rodea antes de significar con aire petulante: no puedo decir de dónde he sacado la información. No sólo las empresas, también los trabajadores en general guardan sus silencios y sus secretos; en ellas imbuidas por la misma supervivencia o por la cultura empresarial, en ellos por lo mismo y/o porque es congénito, o por mero ilusionismo de creerse importantes e irreemplazables.
Son Elizabeth Wolf Morrison y Frances J. Milliken quienes escriben sobre el "silencio organizacional" y lo asocian fundamentalmente a dos factores: el miedo de los directivos a recibir feedback negativo, ya que se sienten amenazados y así las cosas mejor no conocer la situación real; y por un motivo de creencias, en el sentido que no se puede confiar en los trabajadores, pues estos sólo se ocupan de sus intereses. Luego nos preguntamos cómo es posible se haya hundido una empresa (en el más grave de los casos), o cómo es posible que nadie se hubiera dado cuenta que íbamos a perder un negocio, o por qué nadie dijo nada sobre la maquina aquella o el proceso aquel para mejorar no sé qué. Como en el caso del colegio respiras hondo y a ver si alguien desliza algo que salve la situación, y el silencio se traduce en inactividad. ¿Nadie dio la voz de alarma? ¿Es que nadie lo sabía antes? Hay donde se mata al mensajero. Pisa firme.
Cuando los trabajadores guardan silencio, o bien no dicen lo que piensan, no comparten una solución o exponen un problema, no dan retroalimentación, etc. es porque el jefe siempre tiene la razón, o en la cultura empresarial no existe valoración por esa actitud, total no sirve de nada lo que yo diga. Curiosamente este primero de octubre nos trajo la renuncia de Elon Musk a la presidencia de Tesla, con quien ya antes había llegado a un acuerdo extrajudicial con la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos, y el 29 de septiembre había leído en un artículo de Francesc Peirón: "Directivos de Tesla confiesan en privado la dificultad de tratar con él. Temen hacer declaraciones porque saben que, según lo que digan, acto seguido habrán de recoger sus pertenencias y ponerse en la lista de los que buscan trabajo". Pues eso, mejor guardar algunos secretos y silencios. Todos estamos de acuerdo en que no pasa nada hasta que pasa, y como en las conspiraciones de silencio, siempre podremos consolarnos con la frase: Total para qué íbamos a decir nada, nos conocemos todos tan bien, que no podríamos soportar tanta verdad (ni tanto amor).