Ya estoy más tranquilo, con la tranquilidad ficticia que da la precisión de un número, aunque este lo haya generado aleatoriamente un chimpancé. Me explico: hace unas semanas me interesé por mi turno de vacunación para el COVID y la calculadora me dijo que entre julio y diciembre, y que tenía delante a más de 15 millones. Desesperanzador. Con el objetivo de tener la mente ocupada y no caer en el desánimo he vuelto a repetir el ejercicio y ¡albricias! me han dado información más precisa: primera dosis entre 8-oct y 4-nov, segunda dosis entre 29-oct y 16-dic, el tipo de vacuna que me pondrán y el número de personas que tengo delante (entre 16.482.028 y 18.921.505). Básicamente la misma información que tenía, pero la precisión parece que te deja más tranquilo.
Bien, ya hemos dimensionado la tragedia: un mínimo de 6 meses igual que ahora, con el cuidado exigido para no ser parte de la siguiente ola y la crítica feroz a los irresponsables, nacionales o extranjeros, del gobierno o no. No me resigno; tengo que aplicarme a la tarea picaresca (universal, no tiene denominación de origen española) de colarme, encontrar atajos o convencer a un probo funcionario de que mi familia y yo merecemos subir unos millones de puestos en la lista. Vamos, lo que han hecho algunos alcaldes, obispos, militares, etc. y que tanto hemos denostado; en este tema yo no critico a las Infantas o a ese campeón del mundo de MotoGP (y muchos otros que no hemos conocido) que al inocularse en el extranjero han liberado vacunas para otros. Me criticareis por mi falta de principios, y quizás tengáis razón porque al fin y al cabo soy solo un pobre escribidor, pero os reto a que en la soledad de esta lectura respondáis a la pregunta de si aceptaríais saltaros la cola y que os vacunasen a vosotros y a vuestros seres queridos, y sin que nadie se enterase. Como yo, ¿no?
Creo que en esta historia seré el pícaro zafio al que nunca le sale algo bien, o sea, que mejor no lo intento porque igual en vez de 16 tengo delante 22 millones. Tengo que idear otra estrategia, y eso pasa por pertenecer a esos colectivos privilegiados que reciben antes la vacuna. ¿Privilegiados porque están más expuestos? No creo que ese sea el calificativo más correcto. Digamos que el criterio ha sido personas mayores y dependientes y servidores públicos. ¡Qué difícil es gobernar en tiempos de escasez, decidiendo por el bien común y sujeto a la crítica, muchas veces más emocional que racional!
¿Es más esencial el policía que el abogado del turno de oficio que visita los mismos juzgados? ¿O que el personal administrativo de ese centro?
¿Puede alguien criticar que se vacune primero a los sanitarios, que están en contacto con infectados o sospechosos? No seré yo quien lo haga. ¿Y a los jefes de estos u otras funciones administrativas de hospitales y centros de salud no en contacto directo con pacientes? Pues también, ¿no? Al fin y al cabo, están en contacto con los médicos y enfermeros que están expuestos...pero si ese es el criterio deberían vacunar antes a los familiares de los médicos. O a los camareros.
Estamos desesperados por ir a bares y restaurantes donde nos sentamos (mezclando algunas burbujas) y nos quitamos la mascarilla mientras el sufrido camarero la lleva puesta hasta que se la baja para poder explicar mejor la carta... pero da igual porque todos somos de confianza y tenemos cara de estar sanísimos. Pero no, camarero no es un criterio para adelantar. Como tampoco lo es ser cajero de supermercado, aquellos a los que aplaudíamos, que trabajan en espacios cerrados, en contacto diario con mucha población a la que no se le hace ningún test a la entrada del super. Pues casi que los cuelen en la lista, ¿no?
Pero claro, si el criterio es contacto con el público deberíamos privilegiar a los funcionarios para que se vuelva a poner en marcha todo eso de la res pública (sí, en marcha porque yo creo que no está ni a medio gas): hará falta una maquinaria bien engrasada para gestionar el aluvión de millones de la UE... ojalá los veamos.
Y hablando de esenciales, ¿cómo olvidarnos de los trabajadores de las nucleares? Por supuesto, que pasen delante, no podemos vivir sin energía eléctrica y si se contagian todos tenemos un problema. ¡Upsss! Un momento. ¿Y los de las hidroeléctricas? También, que pasen. De hecho, he oído quejas de que unos ya han pasado y otros no, por lo que producir bienes de interés general no parece ser el criterio.
Cada vez conocemos más personas vacunadas y en algunos casos fruncimos el ceño porque no se adaptan estrictamente a los criterios o, por ser benévolos, digamos que tienen una relación tangencial, pero están vacunados porque alguien los incluyó en una lista de (pseudo)sanitarios o (pseudo)educadores o (pseudo)trabajadores de centros de mayores. No los voy a denunciar, máxime cuando algunos son amigos o conocidos; se han aprovechado de que el Pisuerga pasa por Valladolid, cosa que no hemos podido hacer los que no somos ni esenciales ni nos aproximamos.
Colectivos como trabajadores de supermercados o camareros deberían estar en la lista en la que otros menos expuestos han conseguido entrar
Parece claro que la clave reside en la definición de esencial, y en esa discusión cada colectivo arrimará el ascua a su sardina. ¿Es más esencial el policía que el abogado del turno de oficio que visita los mismos juzgados? ¿O que el personal administrativo de ese centro? Y hablando de policía ¿cualifica más o menos pertenecer a un colectivo u otro? No debería haber discriminación por región, aunque la aplicación de las normas generales parece estar en manos de autoridades locales que deciden el orden y la utilización de recursos adicionales (mutuas, por ejemplo), si bien el mayor escollo parece estar en la disponibilidad de vacunas.
Bueno, en la disponibilidad y en nuestra pertinaz tendencia a interpretar las normas de la forma más favorable para justificar unos comportamientos que rozan la estulticia. Ponemos el foco en los turistas franceses en Madrid (intolerable) pero nos parece bien una barbacoa multitudinaria en un camping, ¿cómo no voy a celebrar un reencuentro con esos amigos que nos vemos tres semanas al año?, o una celebración de varias familias para entregar la Mona, ¿cómo vamos a dejar este año a mi ahijado sin tal celebración?, o un fin de semana con amigos en un Airbnb, ¿quién son las autoridades sanitarias para decirme que no celebre mi cumpleaños?
No he pretendido hacer un listado de profesiones que deberían privilegiarse porque me dejaré alguno. Todos los que están en contacto con otras personas reclamarán ese derecho, y me veré obligado a darles la razón a todos, sean taxistas, dependientes de centros comerciales, repartidores, conductores de autobús, ministros y secretarios, notarios y pasantes, gestores, pescadores, revisores y un largo etcétera. Insisto en que es difícil gobernar y más en tiempos de escasez, y admito que lo más fácil es criticar sin aportar soluciones por lo que me permito sugerir un colectivo, esencial para mí, al que deberíamos privilegiar: el de mis queridos lectores que me aguantan con paciencia de santo y merecen ser los primeros en recibir su dosis para que puedan leerme tranquilamente en el próximo número. Bueno, y si sobra alguna, que no se olviden de mí.