RRHH

Otro año más

Javier Fañanás

Director de proyectos y consultor en The Skeye

 

 

Si tú, querido lector, esperabas una loa a las mejoras experimentadas en 2022 y que ojalá sigan en el 2023 siento decepcionarte; tampoco voy a comenzar con Mecano y la puerta del Sol. Pero sí que voy a hablarte de esas prácticas que suceden cada año, tradicionales como las uvas, la familia, la ingesta masiva y las quejas sobre el precio de los langostinos mientras coges una caja más, no sea cosa que te quedes corto y tu cuñado aproveche. Prácticas que repetimos cual rucio en la noria, bien porque han sido exitosas, bien porque no sabemos hacerlas de otra manera. Por eso os cuento una historia inventada, o no, de alguien que podía ser yo, o cualquiera de vosotros: es fundamental ponerse en la coyuntura empresarial, acabar el año como si se acabase el mundo y comenzar el año siguiente celebrando que ha pasado otro año más.

Y lo cierto es que nuestro protagonista no se podía quejar. Había sobrevivido otro año más, y eso es mucho decir en un negocio cambiante, con un jefe nuevo empeñado en hacer planes estratégicos a corto plazo (algún gilipichi le habrá llenado la cabeza de tonterías BANI o VUCA o cualquier otra), con un departamento que funcionaba bien aunque con algunos chirridos, con los objetivos cumplidos para tener un buen variable y comprarse ese coche con el que soñaba y la empresa no le quería dar por no sé qué razón de mercado, en fin, nada que no hubiese vivido en los últimos quince años.

Y otro año más había cumplido con la parafernalia asociada al desempeño: había terminado, con esfuerzo pero sin mucha profundidad, ese martirio anual que le suponían las evaluaciones de desempeño de su equipo. La realidad era que había cumplimentado el formulario que le pedía ese pesado de Recursos Humanos (Personas los llaman ahora, juas! juas! ) sin entrar en detalles y había hecho unas cuantas entrevistas con los fáciles, los fieles, esos que pueden despacharse con una faena de aliño como los malos toreros; sí, le faltaban los combativos y los que tenían un desempeño mejorable pero rezaba para que hubiese cualquier crisis que le permitiese priorizar, y por supuesto las entrevistas no estaban en el top. Y sospechaba que ellos y ellas tampoco estaban cómodos con la entrevista, o sea que miel sobre hojuelas y otro año más.

Además, no creía que se pudiesen quejar: todos habían tenido vacaciones en Navidad, les dejaba teletrabajar un poco, les había cambiado el PC a la mayoría y un par de sus mandos medios tenían un iPhone nuevo. Confiaba en poder capitalizar este tipo de cosas cuando les dijese que la subida salarial no iba a compensar la inflación del año pasado, pero eso pasaría dentro de unos meses (ventajas de no subir los salarios en enero), o sea que para qué preocuparse ahora. Y siempre quedaba el comodín de culpar al descastado ese de Recursos Humanos, el cual culpaba a la corporación y allí se perdía la trazabilidad y aumentaba el descontento.

Y otro año más percibía descontento en el grupo, le seguía costando llamarlo equipo porque no lo era. Cierto que los augurios apocalípticos sobre la economía no se habían confirmado, de momento, y que ya no se atrevía a decirles que allí estaba la puerta si pensaban que el jardín del vecino estaba más verde; había movimiento en el mercado y un par de sus mejores empleados le habían plantado a pesar de decirles que tenían mucha proyección, una gran carrera, etc. Era para reflexionar: uno de ellos echó por la borda todas las promesas y se fue a preparar oposiciones a la Administración, gremio cada vez más numeroso y muy preocupante sociológicamente. Y el otro se fue a otra empresa en un sector totalmente distinto, a un puesto similar y con parecida remuneración; no entendió las razones pero estaba seguro que no era por el jefe, él tan cercano que un día incluso le preguntó por su hijo enfermo. Reparó en un par de cosas que había leído en uno de esos artículos de McKinsey recomendados por su jefe, "2022: the year in charts"; es verdad que el sesgo es bastante americano pero a ver si iban a tener razón en:

  • El 48% de los americanos que dejaron su trabajo entre abril de 2020 y abril de 2022 no habían regresado al sector del que provenían, y otro 17% ni siquiera había vuelto al mercado. Estamos lejos de eso pero cada vez le costaba más encontrar candidatos cualificados y con una mínima experiencia: ¡Qué pereza: otra vez a formar pipiolos!
  • Las cinco principales razones por las que dejaron su puesto sin tener otro en la mano fueron indiferencia de los jefes, expectativas insostenibles de desempeño, ausencia de carrera, falta de sentido en el trabajo y falta de soporte a la salud y bienestar del empleado.

¡ J....! La mayoría de estos criterios estaban en la entrevista de salida de ambos. ¿Se lo creía alguien? Definitivamente la sinceridad en la entrevista de salida estaba sobrevalorada.

Y otro año más iba a hacer un brindis al sol en sus objetivos y esforzarse en integrarse con sus subordinados, y mostrarse como era, humano y vulnerable. Y lo intentaba, pero eran ellos los que no lo aceptaban; además en algunas circunstancias la suerte le sonreía, como cuando fue testado positivo en COVID justo para la cena del departamento, cena a la que no le apetecía ir, y ausencia que sospechaba que los otros celebraron; por lo menos las fotos sugerían un desmadre que nunca se producía cuando estaba él.

Y otro año más había conseguido sus objetivos y los KPI's (para los que no fuimos a Oxford, Key Performance Indicators, indicadores clave de rendimiento) de la empresa, o sea que tendrían que buscar una buena excusa para no promocionarle y darle reconocimiento. Sin embargo, tenía la mosca detrás de la oreja porque el intelectual de Personas (¡!) llevaba un tiempo poniendo el foco en los empleados y llenado todo de carteles que desarrollaban el acrónimo KPI como "Keep People... Interested/Informed/Involved/Inspired", sin traducción porque era bastante obvio. Lo que le faltaba, 30 años de trabajo para que ahora el departamento fuese una democracia y solo se valorase la comunicación, el buen rollismo y la integración en un sentido amplio de la palabra antes que el trabajo duro, el buen desempeño y la fiabilidad a cualquier precio.

Y otro año más los resultados de esa tontería mayúscula que llamaban encuesta de Satisfacción de Empleados había arrojado luces y sombras en su departamento. En cualquier caso ya tenía identificados a los críticos, unos vagos desagradecidos que siempre se quejaban con independencia de lo bien que los tratase; bueno, tampoco se esmeraba mucho con ellos, para qué engañarse. Y se regocijaba disfrutando para cuando llegase su San Martín, pero sin esforzarse en demasía porque lo suyo nunca fue el enfrentamiento. Y debía reconocer que mientras los resultados de otros directores mejoraban (por pura suerte, sin hacer nada) los suyos no lo hacían y sembraban dudas; su nuevo jefe era muy agresivo con los resultados del negocio pero a la vez sensible con estos temas, y ya le había tirado unas cuantas chinitas....y alguna roca grande con este tema.

Y otro año más se veía a sí mismo como un activo sólido para la compañía, ¡ya verían el día que no estuviese é!!, con un conocimiento atesorado a lo largo de muchos años que era impagable e impensable que su reemplazo pudiese tener; ya había sufrido a muchos jefes diferentes y varios de ellos habían intentado reemplazarle pero la realidad es tozuda y aquí estaba, solo se trataba de cogerle el aire a este nuevo y echar un poquito de tinta de calamar sobre esas memeces del plan de sucesión europeo, el talento y todos esos jueguecitos en que llenaban su tiempo algunos.

Y otro año más había pasado y ya estaba más cerca de la ansiada jubilación. Le faltaba bastante pero ya había urdido un plan que pasaba por mantenerse en el puesto hasta ese día, elegir a su sucesor (ninguno de los que tenía en el departamento) y quedarse de consigliere (un poco al estilo del Cardenal del fantástico libro "El Director" de David Jiménez) un tiempo para monitorizar y de paso exprimir la vaca un poco más.

Y ahora, avispado lector, cuenta las actitudes descritas en los párrafos que comienzan con "Y otro año" y reflexiona con cuantas de ellas te sientes identificado, o las has practicado tú mismo, aunque solo sea tangencialmente o procrastinando deliberadamente. Si la respuesta es afirmativa en alguna o en varias, reflexiona para que no te pille de sorpresa un mundo nuevo, con otros valores. Que no te pille de sorpresa como a nuestro protagonista, que fue llamado por el nuevo Director General justo después de los Reyes (qué delicadeza!) para ofrecerle - sin posibilidad de negativa - la integración de una empresa recién comprada en un sitio que le costó encontrar en el mapa y que estaba a 500 km de su casa; todo fueron buenas palabras pero salió del despacho moralmente escocido por el trato semivejatorio con él, que lo había dado todo por esos colores. Y para más inri lo reemplazaban por un joven con potencial que venia de otra filial: seguro que lo echarían de menos y lo llamarían dentro de nada para arreglar desaguisados. O no, porque el Director General haría lo que fuese para que el nuevo triunfase: le dijeron que los aspectos técnicos del trabajo se podían aprender pero los valores venían de serie.

Definitivamente este no iba a ser otro año más.