Fue hace casi treinta años. Yo estaba visitando a mi amigo Jesús en Oxford; él un brillante doctorando en Ciencias Químicas y yo un prometedor (perdón por la licencia) joven técnico de una multinacional de vacaciones; y resulta que Jesús vivía con un tipo mayor que nosotros, empleado de una organización global de la ONU, quizás para desarrollo de Agricultura. Y una noche, entre pinta y pinta, me entero de que combinaba periodos de viaje a países subdesarrollados con otros de estancia en Inglaterra donde trabajaba de manera remota en casa; por ponerlo en el contexto adecuado para esos jóvenes lectores de este artículo, entonces Internet se estaba desperezando y por supuesto no llegaba a las casas, no había portátiles, nos manejábamos con discos de 5 ¼, fotocopiábamos como posesos, se podía fumar en las oficinas y los jefes eran semidioses que controlaban cada momento de nuestras vidas... y aquel tipo me dice que trabajaba desde casa!!! Creo que le respondí algo como que en mi empresa solo le permitían trabajar desde casa a esos señores mayores ya en transición a la jubilación (para que no estorbasen y dejasen sitio) o a los que estaban echando (para que no envenenasen el ambiente), cosas rigurosamente ciertas que llevaban implícito el hecho de que el rendimiento no era medido o no necesitaban entregar una contrapartida al salario que seguían cobrando.
El boom el teletrabajo ha llevado a que represente entre el 7% y el 15% de la masa laboral, aunque dudo de esas cifras en nuestro entorno
Quizás fuese por mi pobre declamación en inglés cerca de la cuna de Shakespeare, quizás no expresé bien mis ideas, quizás yo no entendía el concepto o quizás su organización fuese más visionaria, pero la cosa no acabo muy bien, básicamente enzarzados en si se podía confiar en la responsabilidad individual y si era efectivo laboralmente. Fue hace treinta años, y supuso mi primer contacto con el teletrabajo, y no creo que tenga motivo alguno para sentirme orgulloso, pero desafío a los que tienen mi edad para que me digan si en aquel momento eran unos visionarios que vislumbraban el futuro y contribuían a crearlo; ¿qué? ¿tampoco, no?
Fue hace veinte años, diez después de mi primer contacto con el teletrabajo. Yo un joven (menos) y prometedor (menos) jefecillo de otra multinacional. Ya había correo electrónico, algunas empresas tenían webs de Internet, había bonanza económica, interés por nuevas prácticas en Recursos Humanos, y las empresas grandes se percataron de que podían enviar algunos trabajadores a casa, básicamente comerciales que estaban poco por la oficina; de esta forma se ahorraban ... bueno en aquel momento se ahorraban pocas cosas porque no creábamos puestos virtuales pero suponía una mejora para el empleado porque no tenía que desplazarse obligatoriamente a la oficina (positivo si vivían en una gran ciudad) y era coherente con el trabajo por objetivos. Además les instalábamos un fastuoso equipo multifuncional que integraba impresora y fax, un lujo que ahora suena irrisorio. Todavía recuerdo la discusión con uno de ellos que tuvo que instalar el equipo en la habitación de sus hijos.
Algunas multinacionales exponen ventajas como el ahorro que representa y minimizan el efecto de la falta de control, seguimiento y coordinación
Desde entonces todos hemos asistido al boom del teletrabajo. Depende de los países y de como se calcule, pero las cifras que he leído oscilan entre un 7 y un 15%; no soy quien para dudar de ellas, tan solo enarco una ceja en el más puro estilo Sobera para manifestar mis dudas reflejando que en mi entorno o en las realidades que conozco esas cifras me resultan generosas. Todos hemos visto experiencias de multinacionales americanas, principalmente tecnológicas, que alardearon de espacios virtuales compartidos, sin propiedad, que eran usados por sus empleados puntualmente cuando tenían necesidad de acudir a la oficina; exponían unos ahorros muy relevantes, sobre todo en metros cuadrados de oficinas, y minimizaban el efecto de la falta de control, la dificultad del seguimiento de objetivos y de coordinación entre equipos, y el aumento del desapego de los empleados hacia la empresa y hacia sus compañeros.
La realidad más reciente muestra una tendencia regresiva, pendulante hacia situaciones más específicas, es decir, como en muchas otras prácticas mudamos desde la moda hacia la combinación más adecuada de las necesidades individuales y del negocio.
No tengamos miedo a afrontar el teletrabajo si es beneficioso, pero caso a caso, sin políticas grandilocuentes dirigidas a quedar bien en las encuestas
Son innegables los beneficios que supone para el empleado esa autorregulación de horarios, la posibilidad de trabajar en pijama y sin afeitar, el ahorro del atasco matutino y vespertino, la definición individual de nuestro ritmo de trabajo más allá del takt time fijado por la empresa, la adaptación a las realidades familiares cambiantes, etc pero - sí, siempre hay uno o varios peros - no debemos dejar de considerar otros aspectos:
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No todos los empleados son aptos para el teletrabajo: disciplina, capacidad de trabajar por objetivos, resolución de problemas, comunicación, trabajo en equipos remotos, etc son competencias que no todos poseen
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No todos los trabajos son elegibles, ni tampoco el mismo trabajo en cada momento, por ejemplo las distintas fases de un proyecto pueden requerir actividad presencial
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No todos los jefes son capaces de gestionar empleados remotos; algunos de ellos tienen la necesidad obsesiva de monitorizar el trabajo de los suyos para sentirse seguros y eso difícilmente lo cambia el coaching
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No debemos convertir el teletrabajo en un derecho. Si se cumplen todos los requisitos y es un beneficio para las dos partes, hazlo; ahora bien, si no es así mejor afrontarlo con valentía y decir no. Habérselo concedido a un compañero no es una razón para universalizarlo a todo el departamento; a nivel personal cada vez soy mas partidario de la gestión individual de empleados huyendo de esas políticas generales cuyas excepciones nos atrapan siempre como si fueran mentiras de patas cortas.
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La modernidad en muchas empresas consiste en conseguir la conciliación permitiendo a los empleados trabajar desde casa un número de días a la semana o cada dos semanas, y aparentemente está mal visto si no lo hacen. Enarco la otra ceja, especialmente cuando me cuenta alguno de los afectados la dificultad que tiene para hacerlo y dar ejemplo.
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Leo que el ayuntamiento de Estepona está testando un modelo de tres días en la oficina y dos desde casa para los empleados que no estén de cara al público. La Junta de Andalucía ha cumplido la sentencia que les obliga a subir la jornada a 37,5 horas semanales a base de conceder 2,5 horas de trabajo en casa, pero si la tecnología no les ayuda eso suena más bien a recreo y no a derecho a la desconexión como he visto en algún medio. Esperaré a ver los resultados antes de pronunciarme pero se me ocurren algunos interrogantes.
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El teletrabajo bien entendido es una fuente de motivación extra, y de retención por parte de la empresa de empleados que de otra forma no trabajarían con nosotros. El aumento del compromiso es difícilmente cuestionable
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El presentismo es un lastre en muchas empresas. La capacidad de concentración y disciplina para evitar interferencias en el domicilio es vital porque las posibilidades de distracción son mayores; y cambiar el presentismo en la oficina por una colección de actividades no laborales en el domicilio tampoco parece una gran idea.
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La tecnología ayuda; existen herramientas y es cuestión de usarlas adecuadamente.
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Existe una dificultad de regulación del teletrabajo, no solo para el legislador y la Inspección sino también para Comités y Sindicatos
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La retribución puede ser un problema en caso de fijar un sistema agresivo de incentivos que puede convertir al teletrabajador en avaricioso y trabajar 16 horas diarias, en franca contradicción con el objetivo de conciliación
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Estar continuamente encerrado en casa puede convertirte en asocial; si además haces la compra por internet y no sales para nada no olvides ponerte una alarma para recordar a tus amigos y familia que sigues vivo.
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No sé si será muy habitual cargar a la empresa los gastos extra de luz, calefacción, desgaste de equipos, etc que se producen en casa aunque parece el chocolate del loro respecto a los beneficios que tiene para el empleado
No tengamos miedo a afrontarlo si es beneficioso para la empresa y el trabajador pero caso a caso, sin políticas grandilocuentes dirigidas a quedar bien en las encuestas EFR pero de escasa aplicabilidad. No tengas miedo de diferenciar (verbo distinto de discriminar) ni a denegar, no te conviertas en un vendedor de helados queriendo hacer felices a todos porque no lo vas a conseguir y no te olvides de que tienes que seguir consiguiendo tus objetivos para pagar las vacaciones y seguir siendo ese directivo prometedor que espera su siguiente desafío.
Yo, por mi parte, me alegro de que Jesús haya perdido el contacto con su amigo en Oxford; sería muy bochornoso que me recordase tan lamentable comentario. Por si lo dudabas la respuesta es sí, existe el día mundial del teletrabajo: no olvides organizar un fiestón en la oficina el 16 de Septiembre próximo.