Actitud, valores, aprendizaje. Las recetas del gurú Leopoldo Abadía para un oficio de riesgo: el de emprendedor. Un perfil que escasea y del que se repartieron carnets con demasiada alegría durante la crisis. Un talante que ni nace ni se hace, sino las dos cosas. El emprendedor es especial, sí, pero tiene muchas cosas que aprender. Especialmente, de sus propios fracasos.
En pocos años hemos pasado de un imaginario social donde los emprendedores eran casi invisibles a una crisis donde se los mitificó. La mortalidad empresarial parece habernos bajado de la nube. ¿Qué tiene que tener un emprendedor para sobrevivir en los tiempos del cólera?
La verdad es que para ser emprendedor hay que estar un poco chalado, porque es complicarse la vida. Pero hacen falta, los necesitamos. La tasa de mortalidad de los proyectos es muy alta, es cierto. Pero hay que cambiar la interpretación que hacemos de los fracasos, porque son aprendizajes. Cada intento lo es. Lo que pasa es que tener una idea de negocio, por muy ocurrente e intrínsecamente buena que sea, no es suficiente. A la idea hay que ponerle patas, hacerla andar, aprender a administrarla, a que se adapte al mundo real... una serie de cosas que los emprendedores tienen que aprender.
¿Ha habido demasiados emprendedores por emergencia?
Hemos tenido una crisis terrible que ha hecho que muchas personas se quedaran sin trabajo y al no encontrar trabajo se tirasen a la piscina. Emprender y triunfar no es lo mismo. El escenario ideal es alguien con trabajo que tiene ganas de hacer algo más. La mayoría de buenas ideas de los emprendedores provienen del mundo real, el del trabajo. Y si alguien que tiene el pan más o menos asegurado decide arriesgar, eso es muy bueno. Porque lo de pasarse 50 años en el mismo puesto de trabajo ya no es algo que se pueda esperar. Y no va a volver. No tiene sentido añorar tiempos pasados.
Una de las habilidades que usted recomienda a los emprendedores es que sean líderes de líderes...
Es clave que el líder sepa empujar y arrastrar. Esto de emprender es arriesgado y es normal que tiemblen las piernas, pero no se debe notar, porque si al líder le tiemblan le temblarán a todos los demás. Pero para fabricar líderes hay que saber enseñar a los que te rodean. Primero elegir bien, pero luego hacer que se desarrollen, dando responsabilidad, exigiendo iniciativa. No todo el mundo sirve, y no pasa nada, no todo el mundo tiene que serlo, pero hay que construir líderes más pequeños dentro de un equipo.
Vivimos en la sociedad del conocimiento, pero una tiene la sensación que las elementos de la personalidad como las emociones, los valores o las actitudes son cada vez más decisivos.
Es que son la clave del éxito. Recuerdo una empresa que monté a la joven edad de 57 años -para lo que me reconocerá que hay que tener una cierta actitud- y me reunía con mis colaboradores, que eran mucho más jóvenes. Se quejaban de que estaban cansados. Y con razón, porque trabajábamos mucho y los resultados no llegaban. Conseguimos cambiar el discurso. Nos convencimos de que lo que intentábamos era posible. Por un lado, conseguir encargos, ya que era una consultoría. Y luego, aprender a resolverlos, a hacerlos bien, sobre la marcha, haciendo camino al andar. Y tuvimos éxito, porque creímos en nuestra capacidad para discurrir, para encontrar soluciones. Para eso los conocimientos son importantes, pero mucho más un valor como la fe y una actitud como la constancia.
Usted dio un salto a la fama gracias a su éxito con La crisis ninja. ¿Cómo lo lleva?
Pues muy bien. Aprendiendo cosas. Ahora tengo más amigos famosos, y he constatado que todos, por frívolos que parezcan algunos, que su éxito es el resultado de mucho esfuerzo. De intentar las cosas y si no salen no echarse a llorar. Hasta que se consigue. Lo que decíamos: actitud y valores.
Ya que hablamos de valores... ¿es posible mantenerlos en entornos tan competitivos como el actual? ¿Cómo armonizamos lo de superar a los demás a toda costa con el respeto?
Hay una competitividad buena, la que entiende que no siempre se puede ser el primero, y una mala. No hay capitalismo salvaje, sino salvajes capitalistas. Y los que pertenecen a este grupo, más vale tenerlos lejos. Yo lo digo simple: hay que ser majo. Es decir, noble, sincero, honesto... Y es una inversión con retorno, porque si vas así por el mundo a la larga sales ganando. Eres más competitivo. No acepto lo de business is business, como para justificar que todo vale. El business es eficacia y ética, todo junto. Disociarlo es esquizofrénico.
Usted dijo que tardamos demasiado en reconocer la crisis. ¿Nos hemos precipitado en diagnosticar su final?
Hay tres indicadores que hablan muy claro: el déficit, la deuda y el número de parados. En España éramos una familia que hace unos años gastábamos 91.000 millones más de los que gastábamos. Ahora estamos en 30.000 y De Guindos dice que llegaremos a 22.000 el año que viene. Ahí vamos bien. En la deuda, estamos peor, porque ahora equivale al PIB, que se ha devaluado. Y lo del desempleo, tenemos 3.700.000, dos millones menos que hace unos años. Es verdad que es empleo de peor calidad, pero yo pienso que es mejor tener un empleo precario que no tener. Ese es mi resumen.
¿Hemos aprendido algo de la crisis?
Algo de austeridad si que hemos incorporado. Gastamos más con la cabeza. A nivel de las familias, y de las empresas. Pero ahí hay que tener cuidado, no es bueno que las empresas dejen de invertir por si acaso.
¿La transformación digital es una amenaza o una oportunidad?
Es una oportunidad, pero lleva implícitas muchas amenazas. Una de ellas es generacional, porque a mucha gente les deja fuera de juego, por falta de comprensión de estas transformaciones. De todas maneras, los cambios pueden ser bruscos, pero se terminan asimilando.
Todo ello en un escenario geopolítico turbulento...
Sí, hay muchos nubarrones, pero yo creo que el Brexit y Trump son buenos para Europa. Porque nos dejan claro que somos europeos y que hay que doblar la apuesta por Europa. Y nos conviene mucho. En España manda Angela Merkel. Gracias a Dios.
Y ya que hablamos de turbulencias...
Me preguntará por el conflicto catalán. Ya lo sabía (ríe). Me pierdo un poco, la verdad, es algo que cambia a cada minuto. Pero tengo claro que económicamente es malo. Las empresas se van, y aunque solo sea su sede social, es malo. Como la huída de depósitos, o el freno de inversiones. Que se resuelva ya, aunque los que tiene que hacerlo, tengo la impresión que no saben cómo.
El 17-N, en la Convención de Parés i Aubia, en el Hotel Gran Palas
A sus 84 años, con 12 hijos y 48 nietos, respira vitalidad. ¿Será el gen emprendedor que le llevó a montar empresas ya casi sexagenario o a hacerse escritor de éxito con La crisis ninja y figura mediática con 76? Pues será eso. Pero lo cierto es que Leopoldo Abadía sigue en forma. A pesar de ser un 'Abuelo al borde de un ataque de nervios' -su última obra- está convencido que de mayor quiere ser joven, una idea sobre la que basó en 2014 otro de sus exitosos libros. Precisamente el concepto, el de la eterna juventud, que quiere transmitir en su visita a nuestra demarcación el 17 de noviembre. Una metáfora de especial relevancia entre los emprendedores. Emprender es una actitud vital y el fracaso es un aprendizaje. En definitiva, en gran medida el éxito depende de cómo se afronte el reto. Frases de autoayuda de las que Leopoldo Abadía es un ejemplo andante. Podremos comprobarlo en la convención anual de la consultora Parés i Aubia, que este año se celebrará en el Hotel Gran Palas de La Pineda el 17 de noviembre.
Más información en: www.paresiaubia.com