Management

El trabajo más difícil del mundo

Salvador Martínez

Consultor en Organització, canvi cultural i RRHH

Hace unos días bajaba por las escaleras mecánicas de un conocido centro comercial y observé como una mujer embelesada con su teléfono móvil ponía un pie en el engendro mecánico, aunque por mor de su distracción lo hacía en sentido contrario, es decir, pretendía subir por unas escaleras que bajaban. A pesar de mis advertencias, la mujer no se apercibió de su error hasta que el contacto con el peldaño le hizo perder el equilibrio y a punto estuvo de sufrir una caída con alguna consecuencia.

Nos hemos acostumbrado a ver profesionales, absortos en la contemplación de una ínfima pantalla, desatendiendo su cometido. A mí, personalmente, me hace daño a los ojos cuando se trata de personas que se supone que cuidan de otras personas y bienes ajenos (leo con estupor que una empresa de seguridad tuvo que acudir a segunda instancia para conseguir el despido disciplinario de un vigilante que se dedicaba a descargar y visionar series en su móvil durante el tiempo de trabajo), pero no me olvido de otros empleos donde se antoja improbable un nivel de atención adecuado si se consulta el móvil personal cada dos por tres.

Hace años se solía utilizar una expresión muy descriptiva: "Se distrae con una mosca", para hacer referencia a la incapacidad para concentrarse en una tarea y abstraerse del mundo circundante. Sin embargo, también era posible extraer un aspecto positivo, por cuanto quien se ensimismaba con el vuelo de un insecto díptero debía de ser alguien con capacidad para imaginar y soñar, y con un poco de suerte con potencial para crear e innovar. (En mi infancia tuve un amigo, reñido con los resultados académicos, que me fascinaba con su inagotable capacidad para "inventar" lo que hoy llamaríamos proyectos, aunque en aquel tiempo no eran más que juegos cautivadores).

En el ámbito laboral, la dificultad creciente para que las personas se concentren, presten atención y focalicen sus esfuerzos en una tarea determinada pasa factura en forma de baja productividad, errores, resultados deficientes, accidentes laborales, etc. Indudablemente, mantener una alta atención en operaciones rutinarias y repetitivas es harto complicado, pero -en parte debido al ritmo trepidante de nuestros días- también cada vez es más evidente el arrinconamiento del pensamiento reflexivo que requiere un tiempo de maduración, al parecer incompatible con el fast work de nuestro tiempo.

Un asunto clave en las organizaciones (y tal vez habría que extenderlo a la sociedad) es eliminar el desperdicio productivo y vital que supone la desconcentración, al tiempo que fomentar el uso inteligente del tiempo para imaginar, pergeñar, construir, diseñar... otras maneras de hacer que sean más eficientes y satisfactorias. En otras palabras, se trata de asegurar el buen curso de las operaciones presentes, pero sin perder de vista el futuro: sin innovación no hay empresa que resista, y sin tiempo de calidad para trabajar nuevas ideas no hay innovación posible.

Todo el mundo sabe que el buqué de un extraordinario vino no se forja sin un calmado proceso de envejecimiento. De igual manera, el pensamiento crítico requiere esfuerzo, perseverancia, paciencia y método, pero los resultados no son instantáneos, pues es necesario que fermente y se transforme en algo valioso, tal como pasa en el mundo vinícola. No anduvo descaminado Henry Ford al afirmar que "Pensar es el trabajo más difícil que existe. Quizá esa sea la razón por la que haya tan pocas personas que lo practiquen".